Librecambio también es violencia política

El Cohete a la luna


El sentido profundo del proteccionismo es evitar la depresión económica
Por Enrique Aschieri

El gobierno con la apertura, a corto plazo, deprime la economía. A mediano y largo plazo, horada la actual plataforma productiva. Su meta es que la reemplace una trama de actividad económica fundada sobre los bajos salarios de los argentinos. El gobierno dice que va a suceder exactamente lo contrario. El proteccionismo tiene un solo objetivo: exportar más de lo que se importa. Superávit de la balanza comercial que lleve al superávit de cuenta corriente. No nos referimos al proteccionismo, como única solución posible al dilema de la pubertad del desarrollo: el de comenzar a fabricar latas caras y de mala calidad o no manufacturar nada. Tampoco al proteccionismo como medio para que el capitalismo adolescente alcance su mayoría de edad. Estamos hablando del proteccionismo que practican las grandes potencias, que son acreedoras y están en el estadio más avanzado del capitalismo. Acumular reservas por acumular reservas, sin gastarlas, salvo Estados Unidos que hace lo mismo pero queda disimulado a causa de ser el único país que puede pagar sus importaciones con la moneda que emite, el dólar, que es la moneda mundial. Encontrarle una explicación a este último proteccionismo, el de las naciones desarrolladas, es además lo que explica la pertinencia del que es ineludible para la periferia si quiere salir del atraso.

Normalmente los detractores del proteccionismo, que los hay muy numerosos a derecha e izquierda, hacen hincapié en el mayor precio que se paga por la mercadería sustituida nacionalmente. Hace poco más de siglo y medio, un economista inglés se mofaba del gobierno británico que obligaba a usar mortajas de lana para promover esa industria del reino. Un par de décadas más tarde, un economista francés, muy vulgar, ironizaba que los fabricantes de candelas le proponían al gobierno que tape el sol. Desde entonces, las críticas al proteccionismo siempre son de tono similar. Los librecambistas argentinos de mediados del siglo XIX batallaron duro para que se siga importando trigo. Total, la ventaja estaba en las ovejas y luego en las vacas. Hubo que poner un arancel para sembrarlo acá. Los librecambistas argentinos actuales se escandalizan por la inmoralidad de que unos empresarios inescrupulosos, amparados por gobiernos que no entienden las sólidas verdades de los manuales, se llenen los bolsillos a causa de la protección. Curioso que no tengan noticias del tenebroso comportamiento de las Compañías de las Indias Orientales o de los otros episodios de la encantadora acumulación primitiva. Incluido, el de algunos antepasados de los hoy escandalizados. Un día despertaron y el capital estaba ahí.
Insistir una y otra vez en que lo importado es más barato y quita sentido fabricarlo nacionalmente, por ser más caro y de peor calidad, no deja de ser una operación de relaciones públicas para conmover a las almas bellas y que se ilusionen con que su ingreso se volverá más rendidor. Claro que deberían tener la gentileza de avisarles que con la apertura lo más seguro es que ese ingreso no lo obtengan más. El verdadero problema es cómo se relaciona el saldo del comercio exterior con el nivel de actividad interno. El resto es literatura sentimental.

Producto mayor al ingreso
El proteccionismo no es una medida de política que emana del error económico y el poder del lobby. Responde a un desequilibrio estructural del sistema capitalista, porque el producto siempre es mayor que el ingreso, ya que en su valuación incorpora la tasa de ganancia. Para que ese producto pague todos los costos incurridos (que son los ingresos fijos de los factores que concurrieron a generarlo) y el ingreso variable que es la ganancia, debe ser vendido. Lo que significa que hay una desigualdad inherente entre los precios y el poder de compra, ya que para que se obtenga una ganancia las mercancías deben venderse a un precio mayor del que costó producirlas. Entonces, el producto y el ingreso son tendencialmente desiguales. La desigualdad producto-ingreso entraña la mayor contradicción que debe resolver a diario el sistema económico en que vivimos.
Un sencillo ejemplo numérico nos indica cómo salta cotidianamente el sistema esta barrera y permite deducir cómo y dónde tropieza. Consideremos un valor bruto de la producción, u oferta global de bienes, de 1000 al que le corresponde remunerar ingresos fijos por 800. Estos se componen de 600 de materias primas, 100 son salarios y 100 son alquileres e intereses. 200 son ganancia [20 por ciento sobre venta (200/1000)]. La venta que se efectúa, simultánea para simplificar y enseguida vernos por qué, es de 800. De ahí se saca un plusvalor de 160 (20 por ciento sobre 800). Quedan por vender 200 y se ha creado un poder de compra de 160. La simultaneidad anterior es un artificio del análisis para que ahora quede más claro que el bloqueo es aparente porque nadie está obligado a comprar de una vez los 200. Las compras se fraccionan de acuerdo a los fondos de que se dispone. Segunda ronda compra 160. Plusvalor liberado 32. Ingreso generado 25 en números redondos. Y así sucesivamente. Y todo vuelve a empezar. Esta estilización intenta reflejar la realidad del capitalismo. No obstante, durante todo el transcurso de esta reacción en cadena, el producto siempre es mayor que el ingreso.
El bloqueo se produce por medio del nivel general de precios. Aún determinado el déficit crónico del poder de compra con respecto al valor total de la producción, si en el tiempo que requiere un recambio de lotes de mercancías se esperase a que estas se compren paulatinamente en la medida en que este déficit lo permita sin ser reemplazadas, la deficiencia de la demanda sería sorteada y acabarían por venderse las mercancías, tal como acabamos de mostrar. Pero ello no ocurre, pues requiere que cese la competencia entre los vendedores en la búsqueda de compradores. En cambio, sucede que los vendedores se disputan a los compradores manipulando los precios y los compradores aprovechan esta ventaja que los vendedores les ofrecen para no permitirle a ninguno de estos evadirla. Los inversores, ahuyentados por la competencia y la disminución de precios que provoca en estas circunstancias, se abstienen de invertir, atesorando su poder de compra. De manera que son las bajas avizoradas de las perspectivas de ventas la que hacen bajar los precios y no a la inversa. Tras la baja de precios, los pasivos incurridos no se pueden afrontar y se desata la crisis. El comportamiento subjetivo se objetiva en el comportamiento del conjunto social. En otras palabras, la ilusión monetaria funciona de tal suerte que, aún si la baja de los precios es menos real de lo que parece y toca sobre todo el nivel nominal, será vivida por todos los agentes económicos como una baja real. No hay que perder de vista que para los empresarios se trata de retirar de la circulación más dinero fresco del que es puesto.

Política económica
Las distintas medidas de política económica que se ponen en juego deben su efectividad o su ineficacia a su capacidad o incapacidad para cerrar el hiato producto mayor a ingreso. Porque si una política económica ahonda en vez de acortar la diferencia emanada del producto mayor al ingreso --es decir, no crea mayor poder de compra en una economía de corriente sobre ofertada--, entonces la baja de los precios que es tendencial se profundiza y se frena el deseo de comprar y se avanza derecho a la crisis por falta de ventas. La política económica debe manejar el alza de los costos, del déficit presupuestario y/o el overtrading. En esta forma de abordar la cuestión, el marketing, el interés, los impuestos son favorables a sostener la demanda. La voz inglesa overtrading, (algo así como sobreventa) es el recurso al crédito para anticipar los ingresos de los empresarios. Las incitaciones al overtrading son las innovaciones, las exportaciones, el aumento exógeno de los salarios (la principal), la depreciación de la moneda.
El excedente de la balanza comercial es parte clave del menú. El papel conveniente y propicio del superávit comercial es el de desplegar un efecto mecánico por la reducción del producto neto interno y un efecto psicológico, por los adelantos de ventas que suscita. Si llamamos a la producción (P), al volumen de ingresos que crea (R) y al excedente de exportación (E), en el estado de la naturaleza tenemos P > R (el signo > significa: mayor que). Interviene el proteccionismo. Se descomprime el mercado interno y se logra que: P-E = R. La oferta se iguala a la demanda. De manera que el empleo, la reabsorción del desempleo, no puede alcanzarse si no es por medio de una balanza superavitaria.
Luce poco católico tener que quemar o dar gratis una parte de la producción para que el nivel de empleo ascienda. Gratis, aquí significa que los exportadores cobran, pero los dólares que se acumulan no se usan porque si se usaren, se incurriría en déficit comercial, lo que agravaría el desempleo. El sistema funciona así. Y tan así funciona que es uno de los ámbitos de la diplomacia donde el cinismo es más marcado, al ritmo de proclamar librecambio mientras se práctica un proteccionismo bien despiadado. Es que no hay alternativa al proteccionismo.
La inestabilidad congénita del sistema capitalista invariablemente se manifestó y se manifiesta de forma cíclica. Tras la subida, la caída. Recesión. Tras la caída, la subida. Auge. Desde mediados del siglo pasado, dado el peso específico alcanzado por el Estado en la economía, la forma cíclica de siempre se atenuó. Bajo esas circunstancias, cuando la caída del nivel de actividad económica no se frena, significa que la fuerza política que en ese momento comanda el Estado, por una variada serie de razones y pese a la voluntad en contrario, se queda sin espacio para maniobrar el overtrading.
Aquí y ahora la cosa es bastante peor. La política económica del gobierno abre en vez de cerrar la diferencia estructural del producto mayor al ingreso. Provoca el ciclo. El objetivo de bajar los salarios necesariamente lo lleva a eso. Hasta ahora la guerra psicológica le permitió al gobierno avanzar con algunas dosis de violencia política. Si la sociedad logra percibir que lo que le espera es el empobrecimiento como todo destino, habrá que ver en cuál fase entra la guerra psicológica. El librecambio y la deuda externa también son llaves maestras de la violencia política.